La Procesión

Si quiere ver este documento en pdf con fotos incluidas pulse en el siguiente enlace:
La procesión: significado y componentes.


*El artículo es un conjunto de textos literales sacados del libro CALZADA PENITENTE. PASOS, COFRADES Y COFRADÍAS, publicados con el permiso verbal de sus autores D. Enrique Herrera Maldonado y D. Juan Zapata Alarcón.

La procesión. Significado y componentes*.

En los albores del siglo XXI, cuando la sociedad y el hombre que la integra parece que se ha hecho cada vez más laico, más preocupado por los grandes avances científicos y tecnológicos, absorto en una implacable sociedad consumista; en definitiva, inserto en un mundo más deshumanizado, miramos a nuestro alrededor y observamos que ese hombre que creímos que había perdido sus valores, en realidad, sigue conservando un profundo sentimiento religioso que aflora con gran intensidad en numerosos momentos de su vida. Es algo lógico pues, al fin y al cabo, se trata de un hecho individual que refleja el pensamiento y la forma de vivir de toda una colectividad, que se traduce en la permanencia de esa religiosidad popular de la cual todos participamos.

Este fenómeno se deja traslucir en el mundo cristiano básicamente con la celebración del ritual de la Semana Santa, en el que el hombre interviene de forma activa en sus actos litúrgicos, pese a que será en los extralitúrgicos en los que más se vuelque, fundamentalmente en las procesiones.

Sabemos que ya desde la Antigüedad, la procesión tuvo un significado emblemático muy especial, tanto en su vertiente civil, militar o religiosa, siendo ésta última la que más arraigo tuvo en el pueblo, hecho que podemos apreciar hasta nuestros días.

El origen de las procesiones, tal y como la entendemos en la actualidad, parte del Cristianismo, aunque no hay que olvidar que estas procesiones de la religión Cristiana tienen su antecedente en otras de tipo pagano . Si analizamos la composición y el significado de los cortejos procesionales de la Semana Santa en España, una vez que éstos aparecen definitivamente consolidados a partir del siglo XVI, podemos observar su gran parecido con los triunfos romanos. Es obvio, pues con la recuperación de la cultura clásica en el Renacimiento, también se incorporaron sus rituales.

De este modo observamos como, al igual que en la Antigüedad, las procesiones, al salir a la calle, adquieren una proyección urbana y, así: “... las manifestaciones urbanas de este decoro va más allá del propio adorno personal en las comitivas o del adorno que los particulares hagan de sus fachadas: nos referimos a la propia adecuación escenográfica de la ciudad. Para ello hay que señalar en primer lugar, la consideración de la comitiva -sea laica o religiosa- como un triunfo clásico, y, por tanto, configurada a su modo -aunque algunas veces, por sencillez, esto pueda pasar desapercibido-: veremos como la Tarasca, los gigantes y diablillos, aparecen iniciando la mayor parte de las comitivas religiosas, siendo todos representaciones del mal, de carácter diabólico- a veces con simbolismos más concretos pero siempre dentro de este contexto general- y yendo en este lugar porque son los enemigos vencidos de un triunfador (Eucaristía, Virgen, Santo, ...), que irá justamente en el extremo opuesto, finalizando la procesión: los emperadores romanos entraban de esta forma en Roma y entre vencedor y vencidos, desfilaban, también a escala ascendente, los súbditos de dicho emperador, cuya traducción moderna son las distintas comunidades, gremios, hermandades, etc., que desfilan según un orden perfectamente estipulado y que se seguirá tanto entre comitivas religiosas como en las de carácter laico: el conjunto de la comitiva será la representación de un orden social perfecto, armónico y bendecido por la propia divinidad”.

En este sentido, la “calle se hace iglesia-tanto por su decoración ... como por su uso ...” , hecho que no es difícil percibir puesto que, desde el renacimiento hasta nuestros días, las ciudades se engalanan como marco referencial de esta fiesta mediante el adecentado de las casas, fundamentalmente la fachada, el adorno de balcones con colgaduras, banderas, etc.

Del mismo modo, este sentido de orden y significado que veíamos en el texto anterior, también aparece reflejado en el procesionar de las distintas cofradías a lo largo de las diferentes etapas históricas estudiadas en el capítulo segundo.

Así, observamos como ninguna cofradía desfila de forma improvisada, sino que cualquier acción queda prevista hasta el más mínimo detalle. Aunque el componente principal de toda procesión es la imagen, serán los penitentes quienes realmente la estructuren.

Aparecerán con un atuendo que consistía en una túnica ceñida por un cordón de penitente y un capuchón, romo o puntiagudo, que ocultaba su rostro, portando cruces, flagelos y hachas encendidas. Comúnmente denominados como “nazarenos”, en un principio, este nombre sólo se utilizó para designar a los penitentes que procesionaban en la cofradía de Jesús Nazareno y que, con posterioridad, se extenderá al resto de lo penitentes de las diferentes cofradías.

En cuanto al orden y organización de la procesión, observamos una clara diferencia entre la Semana Santa castellana y la andaluza. La primera, fuertemente influida por la Contrarreforma, se caracterizada por la representación de la Pasión y Muerte de Cristo de manera narrativa y cronológica, siguiendo la secuencia bíblica en mismo un acto para darle un cariz didáctico y moralizante . Por el contrario, en Andalucía, las procesiones son estaciones de penitencia llevadas a cabo por cada una de las cofradías de manera independiente ante el monumento al Santísimo en la Santa Iglesia Catedral. Por lo general, sus procesiones van acompañadas por un paso de Cristo, un paso de Virgen bajo palio y, en ocasiones, un paso de misterio con varias imágenes.

La homogeneidad antes descrita, suele apreciarse en casi todos los cortejos procesionales, pero hay que tener en cuenta las numerosas particularidades y localismos existentes y que, de alguna manera, marcan la singularidad de la Semana Santa en cada pueblo de España.

La procesión, como acto más importante de las Hermandades de Semana Santa, está cuidadosamente preparada para ser recibida en la calle. Como ocurría en la Antigüedad, sigue un orden establecido que se cumplirá de manera minuciosa. A la manera de los triunfos romanos, la jerarquización será importante a la hora de su composición, observando cómo su discurrir, de principio a fin, se desarrolla de menor a mayor. Si los cortejos imperiales se iniciaban con los estandartes, los músicos y las cohortes para y se finalizaban con los altos cargos que acompañaban a la figura del emperador divinizado, algo similar ocurre con nuestras procesiones.

En primer lugar aparece la figura del muñidor, esto es, la persona va delante de la procesión tocando la campanilla para anunciarla y someter al orden y silencio a los espectadores. En la provincia de Ciudad Real sigue existiendo este personaje, como podemos ver en la Semana Santa de Campo de Criptana, en la que dos cofrades anuncian los actos tocando sendas campanillas. En Manzanares se produce un hecho similar, sólo que en vez de avisar con campanillas, el muñidor avisa con una carraca.

La figura del muñidor ha desaparecido en muchos pueblos de nuestra provincia, sustituyéndose por los tradicionales pasacalles en los que la banda de música, a ritmo marcial, recogen al hermano mayor y nazarenos en casa y desfilan por el recorrido por el que después discurrirá la procesión.

Terminados los actos que anuncian la procesión, el cortejo procesional en nuestra Semana Santa, se inicia con la Cruz de Guía o, en su defecto con la Cruz Parroquial, que es la que, de manera obligada, da paso a la comitiva. Suele ser una cruz grande de metal o madera con una rica decoración, aunque también pueden ser de tamaño reducido que nos recuerdan la tipología de cruz parroquial o manguilla. Estas cruces, a veces, llevan la representación de Cristo, como ocurre con el “príncipe” de
Calzada de Calatrava. La cruz, va flanqueada por faroles guía, bocinas o varas, que sirven para iluminarla o anunciar que se inicia el cortejo procesional, aunque como sabemos, la bocina deriva de las trompetas dolorosas que se utilizaban en los funerales de los emperadores romanos.

Primitivamente, el cortejo procesional se iniciaba con el estandarte de la hermandad, que consistía en un paño suspendido de una madera soportada por un asta. Este paño estaba ricamente decorado con el escudo de la hermandad o su imagen titular, que nos recuerda los pendones romanos que precedían los distintos desfiles. El estandarte es sustituido paulatinamente a partir del siglo XIX por la cruz de guía, aunque en la actualidad asistimos a una recuperación de su uso como elemento que inicia el cortejo.

Toda la procesión está divida en tramos formados por penitentes o nazarenos que portan velas en sus manos, tramos que dividen las diferentes insignias. Cada tramo está regido por los diputados o celadores que suelen llevar varas o cetros con el escudo o anagrama de la hermandad, como signo distintivo de su cargo dentro de la cofradía, así como también pueden portar un pequeño cesto en el que se guardan las cerillas o pabilos para encender la cera.

Al primer paso, o paso de Cristo, suele acompañar la insignia del senatus, que consiste en un estandarte formado por un vástago que se remata con el águila imperial, de cuya parte superior pende el banderín con la inscripción S.P.Q.R., Senatus Populusque Romanus (el senado y el pueblo romano) . Representa el emblema del poder que dictó la sentencia y muerte de Jesucristo y lo acompañó en su camino hasta el Gólgota. En las procesiones manchegas, esta insignia, en el caso de que las haya, suele ir acompañada de los “armaos” (como representación de las cohortes romanas), cuya música marca el ritmo de la procesión.

Los pasos van precedidos por los acólitos con ciriales e incensarios tocados con dalmáticas, figuras que simbolizan el carácter religioso de la representación y que, o bien han desaparecido o bien se han desarrollado muy poco en nuestra Semana Santa. Otra figura importante es la del pertiguero, que soporta una vara larga o pértiga para salvar cualquier incidencia en la procesión o el paso, tales como elevación de cables, colocación de palios, encendido de velas en los tronos, pasos, etc.

De inmediato figura el paso de Cristo acompañado por algunas autoridades y escoltado por filas de nazarenos que dan lugar a un segundo tramo que inicia el acompañamiento de la Virgen.

Éste tramo debe abrirse con la Cruz Parroquial flanqueada por dos ciriales, a los que siguen tramos de nazarenos. Entre ambos, aparece la insignia mariana por excelencia: el Simpecado, es decir, un estandarte ricamente decorado con la imagen de la Inmaculada Concepción de María, elemento muy característico en la defensa y proclamación del dogma de la Inmaculada pero que, en la actualidad, ha desaparecido en la zona que estamos estudiando.

Tras ella, puede ir el Libro de Reglas, que contiene los estatutos y ordenanzas por los que se rige la cofradía. Suele ser un libro ricamente decorado con terciopelo y cantoneras de metales nobles. El procesionar con el Libro de Reglas es poco usual en la provincia de Ciudad Real, pero en los últimos tiempos muchas cofradías, por influencia de Sevilla, lo están incorporando en sus procesiones, como es el caso de Manzanares o Ciudad Real capital. Además, en este tramo pueden aparecer banderas, guiones o banderines que anticipan el paso de Virgen que, como imagen y mediadora en la Redención cierra el cortejo escoltado por ciriales, bocinas, incensarios así como de la autoridad eclesiástica, que es la que legitima su carácter religioso. La cofradía, también puede ir acompañada por bandas de música en uno o en ambos pasos.

Cierra el cortejo procesional la presidencia, que se sitúa inmediata al último paso con un alto grado de jerarquización. En el centro, el Hermano Mayor con su vara destacada o cetro identificativo, la autoridad eclesiástica y los miembros más destacados de la Hermandad. Junto al Hermano Mayor, también suele cerrar la presidencia una autoridad civil que, en el caso de la procesión del Santo Entierro, es presidida por la máxima autoridad, el Alcalde.

Por último, la comitiva va seguida por el pueblo, que en este procesionar intenta imitar el camino que siguió Jesús en la Vía Sacra.